La palabra psicosomática significa: “factores
psicológicos con influencia sobre las enfermedades”. Y al revés.
Para los que
ya somos cinturón negro en psoriasis,
galardón que se concede por el número de años de convivencia con la enfermedad,
no es ninguna sorpresa la relación existente entre la misma y el coco (la psicología).
Hasta hace no muchos años la medicina tradicional defendía a capa y espada una
separación radical entre cuerpo y mente. Se interpretaban las enfermedades
físicas como aquellas causadas por agentes externos al cuerpo o por anomalías
del organismo y los problemas psicológicos eran algo distinto, que se
comprendía poco y mal. Lo oculto.
Actualmente,
gracias dando, las cosas han cambiado mucho. Aceptamos al individuo como un
conjunto único y global y no se puede separar en partes distintas como si
fuera un “Meccano”.
Las
enfermedades físicas, como la protagonista de este blog, causan dolor, y
fuertes reajustes en la vida del individuo, de modo que producen reacciones
emocionales, como por ejemplo, estrés y por tanto, ansiedad, etc. Algunos
fármacos que se suministran para atajar enfermedades físicas también influyen
en el área emocional. Esta relación es bidireccional, el estado anímico, a su
vez, también puede ser un agente desencadenante de trastornos físicos que
pueden ser serios, ya que las defensas del organismo se encuentran en su
punto mínimo. El estrés continuado conduce a la úlcera de estómago y algunas
enfermedades psicológicas se manifiestan, sobre todo, a través de
somatizaciones, como dolor de cabeza, lumbago, parálisis de una parte del
cuerpo etc. Relajado se vive mejor.
Queda
mucho por investigar y comprender alrededor de la interacción entre lo físico y
lo mental, ya que es un nuevo campo de estudio y existen múltiples asociaciones
posibles en función de la enfermedad física o problema psicológico que se
plantee. No obstante, estos ejemplos sirven para tener bien presente la
asociación mente cuerpo en nuestra vida diaria tanto en la enfermedad como en
el bienestar.
La psoriasis se define como una enfermedad crónica, es decir, que de
momento no existe curación definitiva. La enfermedad suele evolucionar a
brotes, alternando periodos con más o menos lesiones, con otros sin ellas. Afecta
a más de 125 millones de personas en el mundo. En España, hay alrededor de un
millón de personas afectadas.
Según estudios, no es hereditaria, aunque aproximadamente un 30% de
los pacientes tienen antecedentes familiares. Tiene más incidencia en climas
fríos, por tanto se presenta más en la zona centro y norte que en la zona
mediterránea; y no es contagiosa, dato a resaltar, porque la psoriasis crea
rechazo e incomprensión en la sociedad y la población teme contagiarse.
En las personas que tienen esta predisposición genética es preciso que
además concurran factores desencadenantes. Éstos suelen ser acontecimientos
externos como infecciones (sobre todo en la garganta), heridas en la piel,
quemaduras, ciertos medicamentos y factores de tipo psicológico como la
ansiedad, estrés o depresión, etc.
La psoriasis no es sólo cuestión de piel, posee un importante impacto
psicológico y social en los pacientes. Se trata de una enfermedad
emocionalmente invalidante.
Según un estudio, el 84,4% de los encuestados reconoce que esta
enfermedad afecta a su vida de pareja y a sus relaciones sociales y el 43,5%
manifiesta que, independientemente de donde tuviera las lesiones, han
repercutido de forma negativa en su sexualidad. El paciente se siente
indefenso, tiene sentimientos negativos hacia él mismo y preocupación por el
rechazo del entorno.
Además de manifestar conductas de evitación, también se trata de
ocultar la enfermedad. En medicina siempre lo es, y en esta enfermedad es
especialmente importante la comunicación con el enfermo: explicarle desde el
principio que es una enfermedad crónica, de causa desconocida, benigna, no
contagiosa, y tener en cuenta los factores que pueden beneficiar o empeorar su situación.
Esta actuación y la motivación del paciente cobra un papel tremendamente
importante, ya que puede afectar a su trabajo, relaciones personales y
sociales, etc.
Actualmente no existe tratamiento que le permita la curación
definitiva de la psoriasis. La investigación ha dado como resultado
tratamientos novedosos que pueden mejorar mucho o incluso blanquear las
lesiones (hacerlas desaparecer temporalmente). Tales avances han permitido dar
un salto adelante en la calidad de vida de los afectados.
En el tratamiento no se puede generalizar. Cada paciente tiene su
tratamiento, dependiendo del tipo de psoriasis, localización, edad, etc. El
dermatólogo personalizará el tratamiento en cada paciente.
Hoy la dermatología
cuenta con varias opciones de tratamiento para esta enfermedad, cada vez más
efectivos y que dan más calidad de vida a los pacientes. Hay tratamientos
tópicos o locales con cremas, tratamientos orales, foto quimioterapia y en los
últimos años, se ha dado un paso muy importante para casos severos con los
llamados tratamientos biológicos, con resultados muy satisfactorios pero de
estricto uso y control dermatológico.
Igualmente curioso, me resulta leer hoy algo acerca de los tipos de
psoriasis:
· La psoriasis en placas es la más
común, supone el 80 % de los casos aproximadamente.
·
La psoriasis en gotas es la más
frecuente en niños y adolescentes. Las lesiones son pequeñas y se distribuyen
como una salpicadura, generalmente en el tronco y en las extremidades.
·
La psoriasis invertida o de pliegues. Los
pliegues que más suelen afectarse son las ingles, las axilas, entre las nalgas,
y debajo del pecho en las mujeres.
·
La psoriasis pustulosa. Relativamente
frecuente la psoriasis palmo-plantar pustulosa.
·
La psoriasis eritrodermica.
·
La artritis psoriásica se
caracteriza por la inflamación (hinchazón, rojez y dolor) de las
articulaciones, principalmente las de los dedos de manos y pies. Este tipo de
artritis ocurre entre el 10 y el 30 % de los enfermos.
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